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La Escuela Vasca de Luthería de Bilbao estrena plan de estudios

El gran salto europeo

  • La Escuela Vasca de Luthería de Bilbao estrena plan de estudios
  • Busca equiparar a sus profesionales a las mejores escuelas del mundo

Ritmo, melodía y armonía son los elementos que definen la música, pero junto a su componente de arte y sentimiento, las propiedades del sonido tienen mucho que decir sobre la voz del instrumento que la hace posible. Por ese motivo, el físico bilbaino Jesús Alonso, amante de la música, dedicó su tesis doctoral, que realizó en Suecia, a estudiar los aspectos acústicos, la mecánica vibracional, las cualidades y la calidad tonal del violín. Quería asomarse, desde la razón, a los misterios de maestros como Antonio Stradivari (Cremona, 1644-1737) y Giuseppe Guarneri (Cremona, 1698-1744).

Su dedicación le permitió profundizar en muchos de los secretos de los que están considerados como los mejores instrumentos de cuerda de la historia y, a su vuelta a Bilbao, quiso transformar la teoría en práctica. Consiguió así crear, con el apoyo del Gobierno vasco, una escuela de luthería en la que aplicar sus descubrimientos a la construcción artesanal de instrumentos. Vinculada desde su nacimiento en 1986 al Conservatorio de Música Juan Crisóstomo de Arriaga, la Escuela Vasca de Luthería de Bilbao ha dado este curso otro salto y ha implantado un nuevo plan de estudios con el que miran a la equiparación con Europa y que la convierte en una escuela única en España.

Nuevas materias, formación continua y talleres con grandes nombres como el neoyorquino Samuel Zygmuntowicz, que impartió un curso en mayo, y el luthier y archetier francés Frédéric Becker, uno de los nombres de quienes visitarán la escuela este año, son algunas de las bases para una formación de calidad y abierta al mundo.

Así, con nuevas asignaturas que desglosan aspectos como la historia de la luthería y las aplicaciones que las nuevas tecnologías tienen en el oficio, el nuevo plan de estudios permite formar profesionales preparados para las exigencias de los tiempos actuales, a la vez que pone las bases para establecer intercambios con prestigiosas escuelas de países como Alemania, Francia, Inglaterra e Italia. “Estos países europeos son modelos no sólo porque sean Europa, sino porque tienen una gran tradición desde hace 300 o 400 años, cuando se produjo una auténtica edad de oro de la luthería”, explica Luis Artola, profesor de la escuela de luthería.

A lo largo de los tres años que contempla el plan de estudios, que pueden ampliarse a cuatro si el alumno desea realizar con más tiempo el proyecto final, los estudiantes construyen un cuarteto de cuerda, compuesto por dos violines, una viola y un violoncello. Para ello, para acceder se les exige el título de Bachiller, o un equivalente, y conocimientos de música correspondientes a los que acredita el grado elemental, pero además los estudiantes deben demostrar en una prueba de acceso que poseen dotes para el dibujo artístico y para trabajar la madera.

Desde la edad de oro de la luthería, a finales del siglo XVII y comienzos del XVIII, las obras de maestros como Stradivari y Guarneri han sido estudiadas y diseccionadas para tratar de entender todas y cada una de las variables que, conjugadas, definen la calidad de su sonido. Sus proporciones, las cualidades de la madera de la que están hechos, el tipo de barniz… “La familia de los instrumentos de cuerda frotada está muy estandarizada y la mayoría viene ya dado”, explica Artola, quien destaca que donde sí hace hincapié la escuela es la investigación de la acústica, en una búsqueda constante de nuevos conocimientos de gran valor para la mejora de las técnicas de construcción.

Este saber hacer es la base además para las reparaciones y restauración de instrumentos, otro de los pilares de la formación que ofrece la escuela y una de las partes más importantes del trabajo de los profesionales, ya que, por su naturaleza delicada, Artola explica que, «ya sea porque se caen, por un mal uso o simplemente por el uso en sí», los instrumentos de cuerda precisan ser reparados con frecuencia. Además de que, apunta Jabier Guraya, profesor también de la escuela y uno de los primeros alumnos del fundador Jesús Alonso, “hace falta haberse labrado un nombre para vender un instrumento con garantías”.

Una alumna inicia la construcción de una viola en la escuela.ARABA PRESS

Los músicos, sin embargo, tampoco confían en “cualquier luthier”, por lo que Guraya destaca que, para poder dar el salto a la vida profesional, los alumnos, que suelen llegar de todas partes del mundo, tienen que pasar antes al menos un par de años en el taller de otro lutier “haciendo oficio”.

Por eso, destaca Artola, entre los desafíos de la escuela se encuentra el de fomentar las relaciones con los propios músicos. “Todo vendrá por el mismo camino: a medida que la escuela forme buenos profesionales y en la medida en que se consiga nombre y prestigio, llegará el día que los músicos se acerquen a estos profesionales”, resalta.

BEATRIZ RUCABADO Bilbao